Superpapis de Corazón

viernes, 30 de diciembre de 2016

Viviendo dentro de Mami

En la película Lucy la protagonista llama a su madre y le dice: “Recuerdo el sabor de tu leche en mi boca.”

Siempre me he preguntado ¿qué pasaría si lo recordáramos TODO?

Hay ciertas cosas que, por muchos estudios o investigaciones que se realicen, nunca se llegará más que a conjeturas sobre lo que probablemente ocurre en el cerebro del bebé.
A menudo digo que me gustaría tener una cámara dentro de su cabecita, que reprodujera todo lo que piensa. De momento, sólo podemos imaginarlo.

A mí me ha dado por imaginar cómo debe ser vivir en el útero. De acuerdo, me han ayudado un poco los documentales En el vientre materno, que ya mencioné en otro post.
En primer lugar, el feto se encuentra dentro del agua, desnudito y calentito, a una temperatura ideal. De manera regular escucha los latidos del corazón de mamá, de vez en cuando oye los sonidos procedentes del estómago propios de la digestión, y también le llega la voz de la mamá, aunque ésta se oye un poco más lejana.
Conforme pasan los meses, va recibiendo el sonido de otras  voces y algunos sonidos del exterior, los cuales están amortiguados por el líquido amniótico en el que se halla inmerso, además de los órganos y las capas de carne y piel de mamá.
En segundo lugar, en esta situación no necesita hacer nada, simplemente estar y dormir, a veces puede jugar con sus deditos, con el cordón umbilical… pero se encuentra en un estado de bienestar absoluto, ya que es alimentado constantemente  y no experimenta ninguna sensación de necesidad fisiológica.
En tercer lugar, suele encontrarse sumergido en un balanceo bastante agradable, cada vez que mamá se mueve, cosa que ocurre bastante a menudo. Esos movimientos van meciendo al bebé, envolviéndolo por completo en un estado de seguridad y calma.





Entonces sobreviene el parto. El bebé siente unos impulsos que son considerablemente fuertes, y que le obligan a empujar hacia afuera. Además, para salir ha de pasar por un canal muy estrecho, con lo que necesita retorcerse, y en algunas ocasiones han de tirar de él, incluso con una ventosa que se le pega a la cabeza.

Por otra parte, el líquido amniótico ha salido previamente, lo que significa que de repente ha dejado de flotar sumergido en su piscina particular.

Pero eso es sólo el principio, porque luego viene el frío, de repente ya no está tan calentito. 

Y a continuación le debe de invadir una especie de sensación de vacío que le produce un enorme desasosiego. Tiene hambre. Hambre que ya no se soluciona simplemente esperando a que lleguen los nutrientes a través del cordón umbilical, sino que ahora hay que hacer un esfuerzo extra para conseguirlos. Hay que aprender a succionar con los labios para sacar la leche del pecho materno.

En concreto, mi duendecillo, tuvo que aprender a mamar, ya que al ser prematuro, aún no había desarrollado el reflejo de succión. Y eso nos costó una vida, o al menos es lo que nos pareció a nosotros.

En conclusión, aunque es cierto lo que dicen que ver nacer una vida es muy hermoso, no hay que olvidar que también es un trabajo muy costoso, tanto para la madre como para el bebé. Hasta tal punto, que el llamado “trauma del nacimiento” es absolutamente real. Siempre hablamos de lo duro que es para la madre, pero generalmente nos olvidamos de lo duro que es para el bebé.

Sin embargo, cuando por fin lo tenemos en nuestros brazos sentimos la más inmensa de las alegrías.

Aquí os dejo algunos enlaces explicando esto mismo. Espero que os gusten y os sirvan como a mí para comprenderlo mejor.





¡Bienvenido al mundo, pequeño!

El primer saludo de mi bebé

Cuando me puse de parto de mi duendecillo estaba tan concentrada en la labor de empujar, que no era consciente de todas las cosas que iban sucediendo a mi alrededor. Creo que mi cerebro elaboró una especie de túnel a través del cual sólo me llegaban dos voces: la de Superpapi diciéndome que lo estaba haciendo bien, y la de la matrona gritándome: “¡Cágate, cágate!”

Sí, lo habéis leído bien, me decía que me hiciera popó allí en medio, como si nada, porque según ella, los empujones al parir consisten en hacer la misma fuerza que cuando hacemos nuestras necesidades.

Fue al cabo de unos días cuando empezaron a aparecer y organizarse en mi mente las imágenes que había presenciado. Eran retazos a modo de fotogramas de lo que había vivido durante aquellas horas en la sala de nacimientos (me gusta llamarla así).
Recordé al grupo de jóvenes pediatras que esperaban la llegada de mi duendecillo para poder examinarlo (el pequeñajo fue prematuro y debían asegurarse de que no necesitaba incubadora). Rememoré también el ajetreo de  las matronas, corriendo de una sala a otra, ya que esa noche nos pusimos varias mamás de parto al mismo tiempo (según algunas creencias, parece ser que la luna llena de agosto tuvo algo que ver en eso).
Pero por encima de todo eso, recuerdo cómo cogieron a mi bebé y me lo colocaron sobre la barriga, unido todavía a mí mediante el cordón umbilical, aunque sólo fue durante unos segundos.
Una vez terminó todo, mientras la matrona preparaba nuestro traslado a la habitación y Superpapi había salido afuera a informar a nuestras familias de cómo había ido todo, nos quedamos solos el peque y yo, cada uno en su propia cama.
En ese espacio de silencio miré a mi izquierda y vi el diminuto bultito plateado que era mi bebé (estaba enrollado con la manta térmica), inmóvil, y le llamé: “¡Bebé… bebé…! ¿estás ahí?” Y puede parecer una tontería, o una locura, pero mi duendecillo levantó el brazo, golpeando la manta, como respondiendo a mi llamada, como si hubiera reconocido mi voz y estuviera hablando con su cuerpo: “Estoy aquí, mami.”
Por unos instantes me embargó la emoción.




Seguro que muchas Supermamis tienen algún recuerdo similar.

miércoles, 28 de diciembre de 2016

¡Vamos de paseo!

Una amiga me dijo un día: “Las primeras semanas es recomendable que no salgas de casa sola. Puedes encontrarte fatigada, te puedes marear… Yo salí un día a recoger al mayor después de tener a la peque y me desmayé en la puerta del cole.”
Así que al principio, Superpapi, Supermami y el duendecillo íbamos juntos a todas partes.
Pero ¿salir de casa? Ése no era el problema, el auténtico problema era sencillamente SALIR.
En primer lugar teníamos que preparar todo lo que había que llevarse para el pequeñajo. Llevamos una bolsa que bien podría ser una maleta con ruedas. De hecho, cuando estamos paseando por la calle y veo los minibolsitos tan cuquis que llevan otras Supermamis no puedo dejar de mirarlos preguntándome: ¿dónde llevan todas las cosas? ¿De verdad que ahí les cabe TODO?
Nosotros llevamos:
  1. Pañales
  2. Cambiador
  3. Toallitas húmedas
  4. Pañuelos de papel
  5. Un biberón con las tomas correspondientes y el termo con agua (llevamos a cabo lactancia mixta)
  6. Botecitos tamaño muestra de crema y colonia para bebés (vienen muy bien las muestras que te regalan en el hospital, en las canastillas por cortesía de Lets Family y Mi bebé y yo)


  7. Dos o más baberos
  8. Cinco o seis gasas (el peque tira un montón)
  9. Y por supuesto, imprescindible, una bolsa con mudas de ropa para cambiar al renacuajo si se moja mucho. En invierno también llevamos un par de zapatitos de repuesto, por si los pierde... y que no se le enfríen los pies. Aunque a él no le gustan, y como buen gatito que es prefiere ir con los pies libres de ataduras.



Además, después de las primeras salidas, Superpapi y yo hemos aprendido a incluir también una muda para nosotros, porque las regurgitaciones del nene suelen alcanzarnos y bastante. A mí me gusta pensar lo que nos dijo una vez una prima nuestra: “Llevamos medallas de mami.”

De manera que, antes de salir de casa tenemos que preparar el maletón, vestirnos nosotros y vestirlo a él. Y mientras ocurre todo eso, resulta que se ha pasado el tiempo de la toma y al pequeñajo le toca otra vez mamar. Le doy con sumo cuidado para que no se vomite encima y le cambiamos el pañal (otra vez). Normalmente vuelve a vomitar y hay que cambiarle la ropita de nuevo, a veces hemos tenido que cambiarle hasta tres veces antes de salir.

Cuando por fin creemos que ya está todo listo, salimos pitando, rezando para que se duerma en el coche y no se agobie demasiado, ya que parece que la sillita no le apasiona (esto lo explicaré en otro post).

¡A pasear!

lunes, 12 de diciembre de 2016

Elige una canción

Cuando estaba embarazada, una compañera del trabajo me dijo: “Elige una canción que te dé buen rollo y pónsela ahora, durante el embarazo, con unos auriculares, uno en la barriga y el otro en tu oreja, para que la escuche y le lleguen también tus buenas vibraciones. Y cuando nazca y tengas que enfrentarlo a situaciones nuevas (subirlo al coche, bañarlo…) le pones la canción, y como la recordará, se calmará.”
Le agradecí el consejo y se lo sigo agradeciendo, pero pensé: “¿Sólo una canción? ¿Y cuál elijo?”       No lo sabía… hay tantas posibilidades…  

Entonces empecé a revisar la selección que habíamos hecho Superpapi y yo para nuestra boda el año anterior (el duendecillo nació un año y tres meses después de casarnos). Elegí “La vida es bella” cantada por Noa. Por su parte, Superpapi lo tuvo muy claro desde el principio: le ponía a todas horas Nightwish, Hammerfall y Metallica.

El caso es que cuando nació el pequeñajo sí es cierto que las primeras veces fueron difíciles, tanto para él como para nosotros: el primer baño, el primer viaje en coche, la primera noche en casa… Le pusimos las canciones pero al principio él siguió llorando durante unos días, de manera que pensábamos que no estaba funcionando.

Sin embargo, eso fue al principio, porque poco a poco empezó a funcionar de verdad, sólo que no como nosotros nos habíamos imaginado. El duendecillo tenía sus propios gustos.
Durante el embarazo empezamos a escuchar canciones de Shakira (sobre todo “Mi verdad”, con Maná) y de Juanes, en concreto “Tu enemigo”, que canta junto a Pablo López. De esta manera, cuando estábamos ya en casa, mientras lo tenía en brazos para dormirlo le ponía la canción en Youtube. Lo que ocurría era que como no podía elegir otra canción por tener las manos ocupadas, el programa  realizaba la reproducción automática, con lo se iban reproduciendo una tras otra las canciones de este gran artista, Pablo López, del que me he vuelto una fan.
Como consecuencia, después de varios días escuchando las mismas canciones una y otra vez, al final parece que el truco de la canción sí que funciona, sólo que es el bebé quien elige lo que quiere escuchar. Ironías de la vida, jeje.
Pincha en el enlace para ver los vídeos de Pablo López. Pablo López "El Mundo"

Aún así, sí que se duerme con la música de Superpapi, principalmente con las baladas de Nightwish, lo que me lleva a dudar si de verdad es la música o los brazos de papá, que arropan como ninguno, y son el mejor lugar para echar una siestecita. Puedes escuchar una de sus canciones en directo en el enlace.

Por otra parte, últimamente hemos descubierto que las canciones de Supersimple songs, las cuales ya conocía a través de mi trabajo (maestra de educación infantil con la capacitación en inglés) son milagrosas para entretenerlo durante un ratito, en concreto el ratito que va en el coche, o cuando se pone muy nervioso. Aquí tenéis el enlace a una recopilación de canciones de unos 50 minutos.

Ésta es una de esas cosas que Superpapi y yo teníamos claro que no íbamos a hacer hasta que fuera más mayor: ponerle vídeos en la tablet o el móvil. ¡Y hemos picado por completo! Pero cuando el peque está llorando desorbitado y no puedes hacer otra cosa para calmarle porque vas en el coche, los vídeos con dibujos son una opción muy socorrida.

Sea como sea, sí es un hecho constatado que “la música amansa a las fieras”.